Escucho a Adela desbocada en el establo,
tormentas a lo lejos que barren
cualquier cosa más alta que el césped,
mil años de simulacros de incendio
de quienes nunca vieron el fuego
y se preguntan por ese calor
que reblandece la patata
y a la vez endurece el huevo,
esa crecida inesperada del río
que acabó con una generación de peces remontadores
con los molinos, incapaces de cosechar tal fuerza,
y con la casa del hombre necio
que construyó sobre la arena
y ahora es grande nuestra ruina.
¿Caza el león por hambre o por deber con la manada?
¿Es pasión eso en su acecho? ¿En la carrera? ¿En la
dentellada final?
Pregúntate siempre
por el pragmatismo de los delfines que saltan sobre el agua
por las pinturas rupestres
los poemas en las paredes de la cárcel
por el timbre distinto en el canto de los pájaros.
Busco ese trozo de Puck, Oberón y Titania
que sé que escondí en alguna parte
para que me dejara dormir
pero que ahora chilla, vibra, retumba,
arma este escándalo
tira las tejas, tumba los armarios,
raja las paredes, rompe los cristales,
me ciega, me quema, me deja sordo,
y todo por la sencilla razón
de haberme parado a mirarte.
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