29/11/11

A río revuelto...

Érase una vez unos países con problemas financieros que compartían moneda. Entre ellos, entonces, decidieron impulsar la demanda y la producción con ingentes inyecciones de dinero y con una histórica bajada de los tipos de interés. La cosa pareció ir a mejor, hasta que alguien se fijó en que las arcas públicas habían empezado a llenarse de deuda a consecuencia de que, no una mano invisible, sino el dinero del contribuyente, era quien estaba saneando la moneda común.

Entonces alguien se fijó en que otros ya tenían problemas de deuda anteriores y esta no les paraba de aumentar, haciendo que tuvieran serias dificultades para colocarla en el mercado internacional. Este alguien, a quien llamaremos “el Grande”, dirigió entonces un ataque especulativo colosal, dirigido a la subida de los CDS (Credit Default Swap) que provocó que los inversionistas pidieran mucha más rentabilidad a la deuda de los países con más dificultades. Además, “el Grande” desprestigió y humilló a estos países (cosa que entre comercios es competencia desleal) haciendo que todo el mundo recelara de ellos y su capacidad. Esto provocó la desesperación en los países que no conseguían vender su deuda a nadie. Su incapacidad de recaudación, una vez destrozadas las expectativas, hundida la demanda y convertidos en “cerdos” por la prensa, los llevó a la ruina.

Entonces, “el Grande” fue en su rescate como caballero blanco. El precio fue la soberanía nacional, la democracia y los derechos de los ciudadanos. Y así, “el Grande” puso y quitó gobernantes, instauró leyes y recortó derechos en países que no eran el suyo.

¿Quién necesita ejércitos hoy en día para conquistar nada, si ya están los mercados como campos de batalla?

2/11/11

No existen

Corría detrás de ella. La necesitaba más que todas las cosas. No había manera de poner una letra detrás de otra sin ella a su lado. Pero ella volaba rápido, a ras de suelo, deteniéndose a veces sólo para escapársele casi entre los dedos cuando la intentaba atrapar. Y,exhausto, el poeta se detuvo un momento. Ella rió. ÉL se moría de rabia y se lanzó tras ella una vez más. En un esfuerzo, creyó que la atrapaba de un jirón. Pero solo era su sombra, sólo era la Nostalgia. Miró hacia arriba y ya no estaba ella. Era un reflejo luminoso de lo que había atrapado. Al final, resultó que Jairo tenía razón: las musas no existen.